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Cubanos de los Cubs Una foto muy antigua.

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Salvá
Salvá, “Cuetillo” y Castillo en el estadio de El Retiro.

De los tres conjuntos caribeños que llegaron al Pacífico de Nicaragua, a principios de los años 30, el Cueto Cubs tuvo mayor impacto. El beisbolero dominicano y promotor Fernando Vicioso gestionó con la Comisión Nacional de Deportes —creada el 3 de noviembre de 1931— tanto la visita del general Trujillo (mayo, 1932), de la República Dominicana, como la del Cueto Cubs de La Habana (febrero-junio, 1933).

El Gráfico del 26 de febrero de 1933, José Francisco Borgen, informaba: “Por fin se encuentran entre nosotros don Manuel Cueto y sus pupilos, listos a despedazar a nuestros beisboleros y a enseñarnos cómo se juega técnicamente el rey de los deportes”. Por algo el Cueto Cubs procedía de México, donde había derrotado a cuantos equipos se le enfrentaron, incluyendo el General Trujillo.

Bienvenida a la embajada deportiva cubana
El dinero recibido por Vicioso lo facilitó la directiva del Bóer, por lo cual este club adquiría el derecho de enfrentarse primero a los cubiches. El mismo Bóer y el Managua ofrecieron a los integrantes de Manuel Cueto una recepción de bienvenida en la Cervecería, amenizada por la banda de la Guardia Nacional. Allí quedó plasmado ese convivio en una fotografía donde aparecen Manuel y Roberto Cueto (padre e hijo), “Cheo” Ramos y otros tres peloteros cubanos no identificados. A Manuel Cueto ya se le decía “El Hombre Diablo”, mote que aquí se popularizó. Y frisaba los 41 años.

En el número citado de El Gráfico, Borgen reconoció el valor de la embajada deportiva cubana. Por primera vez, el béisbol (“emperador de los deportes en las dos naciones”) unía a los pueblos de Cuba y de Nicaragua, añadiendo que seis mil fanáticos estaban ansiosos de ver jugar a los antillanos.

Cheo Ramos y su famoso jonrón
El mismo domingo 26 de febrero el Cueto Cubs ganó al Bóer con el score de 9 a 0, demostrando su indudable, incontrastable e irresistible superioridad. “Cheo Ramos” —consignaría Borgen en el mismo semanario el 5 de marzo— “saludó la primera pelota de nuestro invencible Chino [Meléndez, el pitcher perdedor], con un magnífico cuadrangular, como quien dice nada. El alma se nos fue del cuerpo desde ese momento, el primero y el más sensacional, y todos nos dimos por vencidos. Se acabó… y va de batazos largos y tendidos y los cubanos dando vueltas elocuentes y definitivas. Meléndez reaccionó, pero ya era tarde. Su rival [Jesús] Lorenzo había hecho maravillas en el box.” El lanzador cubano lanzó juego no hit-no run, pero no perfecto.

El kilométrico jonrón de Cheo Ramos produjo entre la fanaticada un sexteto octosílabo que se ha conservado por tradición oral.

Me lo comunicó Bayardo Cuadra: Una fresquera fanática, / Cual hermosa, cual simpática, / Al momento del jonrón / Gritaba con emoción: / ¡Qué palo tan… (no digamos) / El que mete don Cheo Ramos! En sus primeros veinte turnos, Ramos se apuntó ese cuadrangular, cuatro dobles y cinco sencillos bateando .400 (de 20-8). No en vano había jugado en el Brooklyn, de la Liga Nacional, en las Grandes Ligas, y venía precedido de gran fama.

Los cubiches: treinta victorias, una derrota y un empate
Durante su gira, el Cueto Cubs —al mando de Manuel “Patato” Cueto, un ex big-leaguer— venció a todos los equipos nicas, excepto con una selección oriental (integrada por granadinos y masayas). En Granada,  la tarde del domingo 14 de mayo de 1933 —dirigiendo la selección Pedro José Oviedo—, se le ganó 6 a 2, tocándole perder al citado pitcher Jesús Lorenzo. El serpentinero victorioso, Alfonso Noguera Solórzano, pertenecía al conjunto de Masaya. Sin embargo, algunos lo consideraron una derrota fraudulenta para los cubanos. Por la mañana, el Cueto Cubs había superado al Navy en Managua 2-1. Durante su gira, los “Cueto” —como se les decía— obtuvieron 30 victorias, un empate y la referida derrota.

Entre las primeras figuraban la del debut con el Bóer de 9 a 0, la siguiente con el Managua 3 a 2 el 5 de marzo (el “Zurdo” Argüello los redujo a siete batazos buenos y a una carrera limpia, pues las otras dos fueron sucias), la tercera con el Granada 6 a 1 (Edmundo Castillo “Chalupa”, jardinero del Granada, tuvo el honor de anotar la primera carrera a los Cuetos en nuestra patria) y la cuarta 2 a 1 al San Fernando. Los dos últimos partidos se desarrollaron, respectivamente, por la mañana y por la tarde del domingo 12 de marzo de 1933. Los granadinos le batearon a Jesús Lorenzo siete hits —entre ellos dos dobles— y los masayas a Chu Miralles, seis.

La digna actuación del San Fernando
Pero este partido resultó para los Cuetos una gran sorpresa, protagonizada por el lanzador fernandino Goyito González. Al primer bate, Cheo Ramos, obligó a dar un foul que fue cogido al aire por el catcher Canana Sandoval. Significativamente, los tres jardineros del San Fernando realizaron la hazaña de poner fuera en home, cada uno de ellos, a un distinto corredor, a saber: Samuel Amador “El Lobo” (rf) a Benigno Fernández en el segundo inning al querer este anotar desde la tercera con elevado de Manuel Salvá; Julio Paniaga (lf) en el cuarto a Roberto Cueto, quien intentó anotar desde la segunda con hit al jardín izquierdo y Agustín Castro (cf) a Zarza en el octavo, cuando se decidió el partido. “Los cubanos desesperados llenaron las bases a punto de toques, y después de un out en home, el hijo de Manuel Cueto dio metrallazo al centro. Anotaron dos, pero Zarza fue enfriado por tirazo de Agustín Castro” —ha evocado Tito Rondón.

Esto fue motivo de asombro para los diablos cubanos a quienes los masayas hicieron verdaderas diabluras —comentaría Chepe Chico Borgen en su crónica “La aplanadora de Manolo Cueto” (El Gráfico, 19 de marzo, 1933). Amador, Paniagua y Castro eran cogedores maravillosos, corredores insuperables y jiteadores segurísimos —los elogiaba Chepe Chico Borgen en la misma crónica—. Además de Goyito González como lanzador y de los tres citados out fielderes, el conjunto del San Fernando lo formaron: Fernando Miranda Blandino (1b), Ramiro Noguera padre (2b), Rodolfo “Vigorón” Marenco (ss), Carlos Luna (3b), y Julio “Canana” Sandoval (c).

Chepe Chico Borgen, en su columna “La Semana Deportiva”, de El Gráfico (Managua, n.º 284, 2 de abril, 1933, p. 18), dejó el siguiente recuento inicial: En sus siete encuentros con equipos nuestros, los temibles peloteros de Cuba que nos visitan desde hace más de un mes sólo victorias han conseguido, logrando un total de 37 carreras contra 6 de los pinoleros (…) Los lanzadores que mejor han actuado contra los cubanos han sido en primer término, “La Crema” [José Martínez] y en segundo “El Chino” Meléndez y Pedro José Oviedo. Y agregaba: El encuentro Bóer-Cueto del domingo pasado [26 de marzo, 1933] fue bueno para los nuestros, a pesar de la derrota. Si olvidamos un tantico el primer inning tan desastroso, todo lo demás fue un recorrido brillante. El formidable Chino detuvo la artillería cubana y dio cuatro palos buenos en igual número de viajes al plato. Blandino, que comenzó lanzando, no tuvo suerte, pues sus defensores lo abandonaron, y cuando fue retirado el encuentro estaba ya perdido. Pero es lo cierto que el Bóer en el séptimo acto estuvo en condiciones de desbaratar al conjunto Cueto, cuando puso a éste en la condición más difícil en que se haya visto desde que está en Nicaragua. Cuatro garrotazos limpios produjeron la segunda carrera de los capitalinos y aún quedaron los costales llenos sin ningún out. Un palo oportuno en estos momentos, quizás hubiera sido clave de la victoria, o por lo menos del empate. Desgraciadamente, siguieron al bate, dos inútiles y el último pegó un simple rolling y no produjo nada porque se trataba del out final.

La inauguración del Field de la Penitenciaría
Los cubanos inauguraron el Field de la Penitenciaría, después que Manuel Cueto lo había diseñado. Chale Pereira Ocampo recuerda haber visto al “Hombre Diablo” en cuclillas, con una cuerda de manila en la  mano, tirando la posición y las dimensiones del nuevo estadio: el de la Penitenciaría, donde se jugó béisbol hasta finales de 1948. Se llamaba así porque en los predios había existido el edificio carcelario que destruyó el terremoto de 1931. En esa oportunidad, superaron de nuevo a la Selección de Bluefields 7 a 1; Jesús “Chu” Miralles fue el lanzador que se acreditó el triunfo; Stanley Cayasso, el derrotado. El 30 de abril de 1933 tuvo lugar dicho encuentro.

Una fotografía dejaría plasmada la ceremonia inaugural: el señor Franklin Springer, Subsecretario de Relaciones Exteriores, lanzó la primera bola que esperaba el receptor costeño Allen Álvarez, mientras el cubano Cheo Ramos estaba en posición de bateo. Los mismos equipos se enfrentaron de nuevo en “La Peni”, el 7 de mayo. Otra vez se impusieron los cubanos. “Manolo” Cueto intentó sustituir a Carballeira en primera base por Parrado, otro de su equipo que estaba jugando. Pero el juez principal, Juan Manuel Morales “Manopla”, se lo impidió, aparte de ganar la apuesta de 10 dólares que Cueto le propuso. Volvió a perder Stanley Cayasso. El pitcher ganador fue Jesús Lorenzo. Tres lanzadores más tenían los cubiches: Derisán, Benigno Fernández y Roberto Cueto “Cuetillo”, quien defendía también la primera base.

“Ahora le doy, chico”

De hecho, todos los Cuetos se hicieron muy populares. Cheo Ramos siempre permanecía con un puro en la boca. A “Cuetillo” le gustó más el chilcagre nica y se envició con él. Así tira Castillito, decían los chavalos… y tiraban una piedrecita en la forma que lo hacía Castillito. Ahora le doy, chico… se hizo popular la frase, porque Carballeira, el inicialista cubano, el que tenía menos tacto con el bate, había iniciado dos lanzamientos y por ello le hicieron burlas desde la gradería. Se volteó y sentenció: Ahora le doy, chico… y así fue. Al tercero sacó línea entre dos para tres bases. Y, naturalmente, todos los peloteros y la chavalería se contagiaron con el chico, recordaría Chale Pereira Ocampo, quien además refirió que al Zurdo Parrado, otro inicialista del conjunto cubano, la fanaticada capitalina —el primer día que lo vio jugar— le endilgó el apodo “Sopa de hueso” por su complexión delgada. Y así quedó.

Manolo Cueto, primer ex big-leaguer en Nicaragua
Por su lado, Manolo Cueto acumulaba una notable experiencia, vistiendo —después de 1910— la franela del San Luis en la Liga Federal de las Mayores, la del Almendares en la Liga Profesional de Cuba, y en 1916 la de los Orientales, campeones ese año. Jugaba la tercera base. En 1917 integró el elenco de los Rojos de Cincinnati. Durante su visita a Nicaragua, jugando de right fielder, bateó para un súper promedio de .625. A Cueto se le conocía en Cuba como “Patato”.

El aporte técnico caribeño
Carlos J. García anotó: “La presencia del Cueto Cubs fue muy provechosa para el mejoramiento de nuestro béisbol, y el propio Manolo Cueto quedó desde entonces ligado a la pelota nicaragüense. Tanto Manolo Cueto como su hijo, Roberto, siguieron llegando a Nicaragua e incluso aquí procrearon familia”. Una cuarteta, atribuida a Big-Boy, registró el contundente bateo de Manolo y Roberto Cueto: Dijo el artista Pavón / a su buen amigo Pavito / tan duro pega Cuetón / como el temible Cuetito.

El último juego del Cueto Cubs en Nicaragua se verificó el 11 de junio de 1933 contra el Bóer y fue otra vez capote y no hit no run. Pero tampoco fue juego perfecto. Lanzando Jesús Miralles, Eduardo López Mario “Patón” bateó rola al short stop. Castillo tiró mal a la primera, colándose Eduardo en segunda; los cubanos ganaron 7 a 0. El Chino Meléndez fue de nuevo el pitcher perdedor.

El lugar preferido de los Cuetos en Managua, durante su estadía de casi cinco meses, fue el Cine Palace, en la calle 15 de septiembre.

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